Se han publicado en las últimas semanas las respuestas a los cuestionarios del nuevo Plan Diocesano de Evangelización de Madrid. En esas respuestas, las acciones pastorales en las que se percibe mayor nivel de desánimo son: en primer lugar la pastoral del trabajo y dentro de la empresa. Después, por este orden: pastoral de jóvenes, de adolescentes, de postcomunión, pastoral educativa escolar y pastoral familiar. En todos estos ámbitos, las respuestas reflejan un grado de desánimo importante (superior al 4.34 en una valoración de 0 a 10)
También se perciben muy poco aprovechadas para atraer a los alejados la pastoral educativa escolar, de postcomunión y pastoral familiar y la formación de los fieles cristianos.
Uno ambos datos y resulta evidente que las acciones diocesanas que provocan mayor desánimo y que además se perciben como poco aprovechadas para atraer a las personas alejadas de la Iglesia tienen que ver con la familia. Y me parece que los fieles que responden al cuestionario perciben una fragmentación en la atención a la familia en sus distintas etapas. ¿No son la pastoral de jóvenes, de adolescentes, de postcomunión y la pastoral educativa escolar, todas ellas, pastoral familiar? Será necesario, entonces, un proyecto de pastoral familiar integral, en el que la atención a la familia vertebre todos estos aspectos.
¿Qué propuestas concretas se pueden hacer para este plan integral de pastoral familiar en una diócesis? No sería difícil poner en marcha un plan de trabajo que incluya “la coordinación de la Delegación de Pastoral Familiar con las otras pastorales: de catequesis, de educación, juvenil, sanitaria, medios de comunicación, de emigración, del clero y religiosos, para la elaboración y realización de planes que les afecten conjuntamente, como son: la elaboración de materiales diocesanos de catequesis de familia y vida en las distintas etapas; la preparación de un plan de educación afectivo-sexual en los colegios católicos; la organización de “itinerarios de fe” para novios, cursos de formación permanente, etc.”.
“Además, el proyecto de pastoral familiar ha de incluir la preparación de cursos de formación de agentes de pastoral específicamente familiares, los cuales deben ser distintos en sus contenidos y programación de los de las escuelas de catequistas” y “la organización a nivel diocesano de la pastoral matrimonial en sus diversas etapas: con especial incidencia en el fomento de las escuelas de padres, los grupos de novios y los cursos prematrimoniales. Esta organización deberá asegurar la idónea formación de los agentes…” Finalmente, en este plan “el asesoramiento a las parroquias, en los casos de necesidad de asistencia a la familia, se realizará a través de los COF”; “para todo ello habrá que contar con el apoyo de personas especializadas, que puedan atender a los distintos campos de la vida familiar y que la delegación pueda ofrecer como ayuda concreta a las parroquias y movimientos. Provéase, para ello, como para la formación de los agentes, de los recursos personales y económicos suficientes.”
Me parecen criterios prácticos y realistas; que, además, están en perfecta sintonía con las indicaciones del Papa en Amoris Laetitia. Lo que me preocupa es que las citas son párrafos literales del Directorio de Pastoral Familiar de la Iglesia en España, del año 2003; y todavía estamos dando vueltas a cómo aplicarlo adecuadamente. Que no lo hacemos bien lo confirman la percepción y el desánimo de los fieles.