“El problema fantasma”. Así define María Martínez Sagrera los abusos a menores: una cuestión gravísima de la que no se habla lo suficiente; y el silencio favorece que se sigan produciendo. 

He tenido la oportunidad de escuchar a María tanto en la presentación en Madrid de su novela “Infancias rotascomo en el taller impartido en la Fundación Jesús y san Martín. En ambas ocasiones he constatado que María habla desde el conocimiento de casos reales, investigados a fondo para la redacción de la novela. Y al escucharla uno no puede quedarse indiferente ante el dolor inmenso de las víctimas, que se atisba tras la explicación de la autora. 

Al mismo tiempo, te sientes interpelado cuando afirma con rotundidad “aunque no lo creáis, todos conocéis personas que han sufrido abusos”. Y, de hecho, en las dos sesiones surgieron testimonios de personas que relataban haber padecido abusos.

A continuación, expongo otras de las ideas que me aportó escuchar a María:

  • En primer lugar, el agradecimiento al esfuerzo realizado que nos abre los ojos a una realidad que la mayoría desconocemos (1 de cada 5 niñas, 1 de cada 7 niños sufren abusos en Europa y Estados Unidos según los datos aportados por la experta, avalados por Save the children), bien porque pensamos que no nos afecta, bien porque resulta tan difícil de afrontar que preferimos mirar para otro lado. En consecuencia, parece que la primera forma de ayudar a erradicar este mal es hacerlo visible: para que sea más fácil contarlo, detectarlo y poder denunciar; para poner fin a los abusos y ayudar a sanar las heridas de las víctimas. En este punto, serían necesarias campañas de información dirigidas al conjunto de la sociedad y formación más concreta dirigida a todos los profesionales que tienen relación con el entorno infantil (medicina, derecho, magisterio…).

“Aunque no lo creáis, todos conocéis personas que han sufrido abusos”-  María Martínez Sagrera

  • La prioridad tiene que ser siempre el niño: por tanto, cuando hay un menor (sea abusado o abusador), es necesario que haya personal especializado en el trato con niños para abordar el caso. La consecuencia obvia es que hay que formar profesionales capacitados para tratar debidamente a los menores, ya sean víctimas o abusadores. Porque no cuentan las cosas como los adultos, hay que facilitar que estos delitos lleguen a conocimiento de los jueces y también que la exploración durante los juicios sea adecuada para un menor que ha sufrido situaciones traumáticas. 
  • La conveniencia de preparar un programa de acompañamiento a las familias durante los juicios, que es una experiencia durísima. Pero todavía más importante sería el acompañamiento para poder asimilar la noticia del abuso y para poder ir dando los pasos necesarios para evitar que se repita, sanar las heridas, denunciar… 
  • La necesidad de pensar también una forma de que el abusador se dé cuenta del daño provocado y se pueda poner remedio a su comportamiento, evitando repetirlo en el futuro. Sin que esto quite ni un ápice de gravedad al abuso cometido y al daño causado en la víctima, muchos abusadores son personas que a su vez sufrieron abusos y nadie detectó su sufrimiento ni se le ofreció la posibilidad de sanarlo.

¿Por dónde empezar? Cada uno, con lo que esté en su mano.

Hay que conocer la realidad de los abusos; hablar de esto con los niños, de forma adecuada a su edad; fomentar un clima de confianza para que puedan contar y preguntar si alguien les propone algo que les incomoda o les parece raro; conocer las reacciones y conductas que pueden indicar la existencia de un abuso; dar credibilidad al menor que cuenta una experiencia de abuso, aunque nos cueste admitirlo (la inmensa mayoría de los abusadores son familiares o personas del entorno cercano del menor, lo que hace más difícil asumir que es verdad); y no tapar esta dolorosísima realidad, para evitar que el abusador tenga acceso a nuevas víctimas.

Y para sanar las heridas de las víctimas, el primer paso es que puedan contarlo. Con la lectura de la novela de María aprendí que, ante determinados comportamientos de niños y jóvenes, hay que incluir entre las posibilidades de lo que le pasa que esté sufriendo algún tipo de abuso; o ante determinadas conductas que llaman la atención en algunos adultos puede estar un abuso sufrido en la infancia. Solo con empezar a tener esta posibilidad en cuenta, empiezas a recibir confidencias de personas que han sufrido en silencio hasta que dan con alguien que, al plantear este tema, les da la posibilidad de hablar, que es el primer paso para la curación.