El Adviento es tiempo de espera y de esperanza. Pero tenemos alrededor tantas distracciones que puede pasar sin que nos demos cuenta y, de repente, será Navidad y no nos habrá dado tiempo de preparar el corazón para recibir a Jesús, que viene. Y es que entre tanto reclamo consumista podemos perder de vista que lo importante es el amor.
Por eso, en este Adviento, nos puede ayudar recordar lo que nos dice el Señor en el Apocalipsis: “conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia… pero tengo contra ti que has dejado enfriar el primer amor”. Y es que, ciertamente, a veces nos tienen que recordar que el amor no es sólo sentimiento pero tampoco es sólo actos, voluntad, perseverancia en las dificultades. Todo esto (actos, voluntad, perseverancia incluso cuando falta sentimiento) es signo de la existencia del amor.
Pero porque el amor no es sólo cuestión de voluntad, sufrimos cuando el sentimiento no acompaña. Por eso es importante caldear el corazón, no dejar que se enfríe, cultivar y hacer crecer el amor primero: ese amor que nos cambió la vida cuando nos encontramos con el Señor (¿no ardía nuestro corazón?). Seguramente a partir de ese encuentro hacemos muchas cosas por amor al Señor.
Pero en la relación con El, como con las demás personas que amamos, hay que procurar mantener siempre el equilibrio entre esfuerzo y voluntad y el corazón encendido. Porque si, como he leído en algún sitio, amar con sentimiento es felicidad y amar con la voluntad y la esperanza cuando falta el sentimiento es fidelidad, tenemos que procurar buscar la felicidad de estar con Él y ofrecerle no sólo nuestras obras sino todo el afecto de nuestro corazón. A veces, este afecto no lo sentimos tan vivamente; y pensamos que ha desaparecido, cuando no ha dejado de existir sino que probablemente está sofocado bajo preocupaciones, actividades, trabajos… incluso los que hacemos por el Señor. Y sufrimos por esa lejanía, que recuerda la travesía del desierto; no hay que desanimarse, porque precisamente el desierto es una experiencia de Adviento: la soledad y la conciencia de la falta de fuerzas para seguir nos harán echar de menos lo que nos estamos perdiendo y así, volviendo a recordar (pasar por el corazón) los continuos detalles de cariño del Señor, retornaremos al amor primero para amar al Señor con todo el corazón; corazón que no es sentimentalismo sino el centro de toda la persona, incluyendo lo mejor de los afectos. De esta forma, en Navidad el corazón estará preparado para encontrarse con el Corazón que sólo busca ser amado.