Lo de mi padre

El jueves de Pascua murió mi padre. Murió en paz, habiendo recibido los sacramentos de manos de su sobrino sacerdote. Murió confiando en el Corazón de Jesús, que es todo amor y misericordia. Mi padre lo sabía porque el Sagrado Corazón de Jesús y su familia hemos sido sus amores más profundos, para él siempre unidos.

Murió con la esperanza, mejor diría certeza, de encontrarse con los miembros de nuestra familia que –cada vez más numerosos- están ya viviendo en Dios y le esperaban; con la esperanza de que allí nos reuniremos todos.

Esto me consuela y reconforta. Pero estoy viviendo un dolor extraño, porque está contenido: no he podido estar con mi padre en sus últimos momentos, ni despedirme.

Tampoco he podido asistir a su entierro, quedándome con la duda (gracias a Dios ya resuelta) de si el féretro tendría o no una cruz porque los ataúdes que veo en televisión no la tienen. Detalles que nunca pensé que se pondrían en cuestión, ahora están fuera de mi elección, de mi decisión.

Como me dice mi marido, “quién iba a pensar que echaríamos de menos estar en un tanatorio”. Y es que no hemos podido estar todos juntos (mi madre, hermanos, familia y amigos) para velarle, llorar, abrazarnos, rezar con los que nos quieren y después reírnos.

Es como si la muerte hubiera pasado a nuestro lado para darnos un golpe y desaparecer rápidamente: la he tenido delante, pero no he llegado a verla. Y me encuentro en cierta manera como Santo Tomás: como no lo he visto ni tocado, me cuesta creerlo. De hecho, la mayoría de mensajes y llamadas que recibo me expresan su pesar “por lo de tu padre”. Y es que, aunque la muerte está más cerca que nunca, también está escondida.

Me ha faltado todo lo que acompaña habitualmente a la muerte de una persona querida y que ayuda a darse cuenta de la realidad de lo ocurrido (mi padre se ha muerto, pero yo sigo con la misma extraña vida desde hace más de 40 días, en un ininterrumpido día de la marmota); a que el dolor salga, con lágrimas, abrazos y oración; y a que llegue el consuelo con la cercanía de tantas personas queridas y un funeral.

Es un duelo no expresado, como si la vivencia y expresión del dolor por la pérdida quedara en suspenso; pero tiene que salir. Y es bueno llorar; y es bueno afrontar de frente al enemigo, para vencerle: “lo de mi padre” es que se ha muerto. No me asusta decirlo porque sé que mi padre, aunque haya muerto, está vivo.

Sin duda echo inmensamente de menos la presencia física y el abrazo; pero el amor es más fuerte que la muerte y nada ni nadie puede eliminar el vínculo de amor que nos une a cada uno de nosotros con él, no sólo a su familia, también a sus amigos que ocupan un lugar tan importante en su corazón.

Un vínculo de amor que es recíproco: papá, sé que me quieres y yo sigo queriéndote, tal vez ahora un poco más.

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7 Comentarios

  1. Mati Urbistondo

    Querida amiga mía, la muerte de tu padre ,lo de tu padre, es el principio de un acompañamiento perpetuo y reconfortante para ti. Ahora más que nunca te sentirás protegida y observada por él, por tu queridísimo padre, el que ha muerto, el que vive ya feliz y para siempre en Dios. Razón tiene Luis en pensar que nunca hubiéramos pensado en echar de menos un tanatorio. El abrazo de los que te queremos sólo queda pospuesto, llegará y con más fuerza aún, cuando volvamos a encontrarnos. Gracias por éstas preciosas palabras que has querido compartir con nosotros , y de las que tu padre con seguridad está orgulloso, como siempre lo estuvo de ti. Mi mejor apoyo, como siempre, para ti

  2. Blanca López-Ibor

    Que razón tienes María. El amor es “de ida y vuelta”, le quieres más que nunca y te quiere más que nunca. Y te lo hará saber si no lo ha hecho ya. Los que te hemos leído trataremos de recoger tus lágrimas rezando por el y por ti. Te mando un fuerte abrazo

  3. Rocío Barahona

    Ánimo María, mucha fuerza para tu familia!!! Un gran abrazo. Familia Barahona

  4. Ramón

    Que bonito . Maria.
    Un abrazo fuerte.
    DEP

  5. Miriam Eiranova Encinas

    Te acompaño en el sentimiento.
    Como sabes yo perdí a mi padre hace 9 años. Es un gran vacío el que dejan. Pero nos acompañan desde el cielo.
    Un fuerte abrazo

  6. Vicente Fluixá Serra. Rótova (Valencia)

    Sabiendo en la situación que nos encontramos habrá sido muy difícil y un duro golpe el tener que despedir a tu padre de esa forma.
    Muchos ánimos y un abrazo muy fuerte a toda la familia. Saludos

  7. Fernando Sastre Lázaro

    El 27 de Abril murió mi hermano de cáncer , gracias a Dios diez de sus once hijos y su esposa pudieron despedirse de él el día anterior, rezaron y fueron pasando de tres en tres ,la famila gracias al confinamiento pudieron disfrutarlo juntos en oración y hablando y perdonando, para ello fue una bendición, no así para sus nueve hermanos y su madre , al funeral solo podían asistir tres personas el resto de la familia muy numerosa lo seguimos por internet, fue doloroso a al vez que alegre, se iba con el Padre y el estaba en paz con El , murió sereno sabiendo lo que le esperaba. Para nosotros , sus hermanos y nuestra madre ha sido algo muy desgarrador, muy extraño, no poder abrazarnos, consolarnos pero por lo menos tuvo un entierro cristiano, incluso con cantos como él quería, pero no todos los que han muerto en estos días han podido vivirlo así.

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