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Casarse con la persona ideal

En una de las bodas de la película “Cuatro bodas y un funeral”, el sacerdote (Rowan Atkinson) pregunta: ¿hay alguien que tenga algo que oponer a la celebración de esta boda? Y, en ese momento, el hermano del novio se levanta y dice que el novio no se puede casar… porque está enamorado de otra mujer.

El contrayente sabía que no estaba realmente enamorado de la novia; pero se había dejado llevar a una boda con una chica que –teóricamente- era todo lo que podía desear, aunque no la amaba.

¿Es buena idea casarse con alguien a quien aprecias, con quien compartes educación, gustos, principios… pero al que no amas con locura? Conozco a algunas personas a las que su entorno anima a casarse en estas circunstancias, porque les parece que ya tienen cierta edad, que se van a quedar solas… No me parece un buen consejo, y no es buena idea casarse así. El matrimonio está pensado para parejas de enamorados, que quieren vivir una unión de auténtico y verdadero amor para siempre. Por tanto, si no estás enamorado, te falta un elemento esencial.

Estar enamorado es…

 Estar enamorado es descubrir que hay otra persona en el mundo que hace tu vida mejor, que saca de ti todo lo bueno que tienes dentro; una persona que te hace exclamar ¡qué bueno que existas! y a la que quieres tener cerca todos los días de tu vida. El matrimonio es la decisión de vivir ese amor para siempre.

O sea que el amor matrimonial es un compromiso. Pero el compromiso supone que porque 1- se está muy bien juntos (parte afectiva) y 2- porque nuestra relación tiene sentido (razón), 3- hemos decidido (voluntad) elegirnos mutuamente para siempre. El amor conyugal está compuesto de estos ingredientes, que conviene que estén presentes en el momento del “sí, quiero” y deben mantenerse a lo largo de toda la relación.

Sentimientos, razón y voluntad, integran el compromiso

Tal vez te han presentado a “la persona ideal” que, según tus amigos/padres/hermanos… es tu media naranja. Porque comparte, como decía antes, tu educación, valores, es buena persona, incluso sería un padre/madre fenomenal. Bien, pues ¡daros una oportunidad! Si, al conoceros mejor, además de todo eso con esa persona se te dispara el corazón, te emocionas cuando la ves, estáis a gusto y felices… entonces adelante. Si a pesar de que, sobre el papel es la persona perfecta, no congeniáis; uno de los dos tiene que ceder siempre para amoldarse al otro; no hacéis más que discutir; no os ponéis de acuerdo en lo que queréis; piensas que no es lo que deseas pero que ya llegará… no es la persona con la que establecer un compromiso de un amor definitivo ¡porque no la amas!

Es verdad que en algunas parejas ese amor surge después de la boda, pero no es lo habitual. Y es un asumir un riesgo que no os recomiendo: porque precisamente para comprobar si os queréis, está el noviazgo. Ciertamente para que la relación de noviazgo madure, es necesario aprender a discutir, estar en desacuerdo, llegar a acuerdos, perdonar y ser perdonado… Pero no puede ser lo habitual. Por eso, si la tónica general del noviazgo no es de felicidad, de alegría, de ilusión por estar juntos y por formar ese proyecto de amor juntos… es mejor dejarlo.

¿Entonces, si estamos muy a gusto juntos, es suficiente para casarnos?

No: como decía antes, el amor no es sólo sentimiento. Para formar un proyecto de vida en el amor, es importante que estemos a gusto juntos. Pero, además, tenemos que ver si queremos lo mismo para nuestro proyecto de vida, al menos en los puntos esenciales. Por eso, en el noviazgo hay que hablar de lo que cada uno desearía hacer en la vida: por ejemplo, si a los dos nos gustaría casarnos, entonces aclarar qué es para cada uno el matrimonio ¿Una unión en el amor para siempre, o temporal; fiel o abierta? ¿Queremos lo mismo? Si coincidimos en lo esencial, y eso se suma a que estamos a gusto juntos, las cosas van bien.

Pero no siempre queremos lo mismo. Es posible estar muy a gusto con una persona y que cada uno tengamos preferencias distintas para nuestro proyecto de vida. Por ejemplo, a uno le gustaría formar una familia y para el otro su prioridad es una carrera profesional brillante que le hace dejar de lado formar una familia. ¿Es posible llegar a un acuerdo que satisfaga a los dos? Porque si no, por muy a gusto que estemos al principio, nos iremos distanciando a medida que cada uno vaya dando pasos para lograr lo que quiere. Por tanto, a los sentimientos hay que añadirle la razón: ¿es razonable empeñarnos en sacar adelante una relación en la que cada uno queremos cosas distintas?¿Si tengo que ceder en lo que para mí es fundamental: tiene sentido?¿Realmente es una relación de amor aquella en la que dejo de ser yo para amoldarme a la relación? Es mejor dejarlo en una buena amistad y no empeñarse en casarnos.

El matrimonio es algo muy serio. Y por eso no conviene tomar una decisión a la ligera. Si no es lo que realmente queréis, con esta persona en concreto, no deis el paso. Porque va a ser fuente de sufrimiento y no de felicidad. Y lo digo, consciente de lo difícil que es la soledad cuando uno desea formar una familia. Pero un matrimonio sin amor, no es la solución: no es la persona ideal.

¿A quién se le ocurre hablar de casarse por la Iglesia, hoy?

Este año he acudido a la Feria del Libro, por primera vez al otro lado de la caseta, como autora de “Una decisión original”. Cuando te invitan a participar piensas inmediatamente en el contacto con los lectores; y, sin duda, es la mejor parte de la experiencia: conocer a las personas que se interesan por el libro, ponerles cara, responder a sus preguntas y escuchar sus comentarios. También da un poco de vértigo ¿y si nadie se acerca? Y, al menos en mi caso, vas preparado para una cura de humildad, dispuesto a asumir que no vas a tener éxito y que vas a pasar desapercibido o ignorado.

Pero hay otra parte en la que no piensas de primeras: los comentarios de las personas que pasan por delante del libro y lo desprecian. También es muy educativo, porque duele; y te hace consciente de la cantidad de veces que tú has hecho lo mismo: despreciar algo sin darte cuenta (¿o sí?) de que detrás de ese algo hay alguien a quien el desprecio le duele. Porque no es lo mismo el comentario de quien no comparte tu punto de vista, manifestado desde el respeto, que las risas y las miradas de desprecio que también se dieron.

Es llamativo que los comentarios negativos se referían al subtítulo: “guía para casarse por la Iglesia”, resumidos en “eso no tiene futuro”, “quién escribe algo así, hoy”. Pasado el primer momento, la pregunta es ¿tiene sentido escribir algo así, hoy? ¿tiene futuro proponer casarse por la Iglesia? Y la respuesta, ratificada una y otra vez, es: ¡sí, tiene sentido y tiene futuro! Porque cada vez más recibo consultas de personas con serias heridas afectivas causadas por vivir las relaciones de amor de una forma que no les puede llenar la vida ni llenar el corazón. Por el contrario, recibo también el testimonio de personas que han conocido la verdad de la propuesta de la Iglesia sobre el matrimonio y han empezado un proceso de sanación de las heridas y de afianzarse en el camino de un amor de verdad (que no de novela rosa). Personas que me confían: cuando nos hemos convertido nos hemos empezado a dar cuenta del tesoro que es nuestro matrimonio y hemos empezado a cuidarlo. Y que preguntan cómo pueden formarse para poder proponer a otras parejas la verdad del amor que han conocido.

Y es que la propuesta de la Iglesia sobre el matrimonio no es una imposición, ni algo válido para épocas pasadas: es una propuesta liberadora porque se basa en la verdad del amor. Y sólo la verdad llena el corazón y la vida de las personas. Qué buen día para recordarlo, en la fiesta de santo Tomás Moro que tuvo el valor de defender con su vida la verdad que había conocido y vivido.

¡Te invito a mi boda!

Por fin ha llegado: ¡nos casamos! Una vez decidido ¡hay tantas cosas que preparar! Vestido (¿qué novia no quiere estar guapa el día de su boda?), celebración, fiesta… un montón de detalles para celebrar la decisión más trascendental de nuestras vidas. Claro que, como sabemos, lo importante es el amor. Pero queremos compartir este momento con las personas más importantes para nosotros: padres, hermanos, familia, amigos… ¡que no se nos olvide nadie!

Si estáis viviendo esto, ¡enhorabuena!; si tenéis claro que lo importantes es el amor, ¡enhorabuena! Efectivamente, todo lo demás tiene sentido si de verdad celebráis algo real: que, de verdad, os queréis; que el amor que os tenéis, crece; que os elegís mutuamente para ser felices y haceros felices; y que en adelante queréis repetir cada día de vuestra vida ¡sí, quiero! para volver a elegiros, en los días buenos y en los malos.

Si os casáis “por la Iglesia” es porque habéis querido invitar a Dios a vuestra boda: para que Él, que hizo nacer en vosotros este amor, lo lleve a plenitud.

bodas de caná

En medio del jaleo de los preparativos podéis daros cuenta, de repente, de que se os está pasando por alto invitar a Alguien que no queréis por nada del mundo que falte. O, tal vez, Le habéis invitado pero ¿le trataréis como merece o es una invitación sólo de nombre, para quedar bien cuando en realidad no os importa si viene o no? Como en el cuadro que acompaña este texto, en el que Jesús y su Madre están invitados a una boda, pero ¡nadie! les hace caso. Y, sin embargo, el amor que os tenéis y que queréis teneros siempre sólo es posible si Cristo viene en vuestra ayuda.

No os olvidéis del invitado más importante: Aquél que garantiza que vuestro matrimonio es posible. Y así, todo lo demás tendrá sentido.

 

 

 

 

 

Sobre el noviazgo (2)

En el último post ( http://www.estaporvenir.com/sobre-el-noviazgo-1/ ) decíamos que el noviazgo es un período de preparación para el matrimonio, de conocimiento mutuo: para poder conocernos suficientemente tenemos que hablar mucho, con sinceridad y confianza, poder mostrarnos como somos con libertad.

Para que el noviazgo cumpla su sentido auténtico es fundamental plantearnos qué proyecto de vida queremos tener juntos: no se trata de estar totalmente de acuerdo en todo, eso sería imposible y además haría la relación muy aburrida; pero hay algunos temas que tendrán especial importancia en la convivencia matrimonial y sobre ellos hay que hablar (mucho, con sinceridad y claridad).

Algunas de estas cuestiones que conviene plantearse durante el noviazgo son:

  • ¿Qué concepto tengo del matrimonio? ¿Considero que es una unión en el amor definitiva, fiel, fecunda? ¿O tengo otra idea distinta? En esto hay que ser muy claro para poder tomar la decisión de casarse o de no casarse sin engaños; sabiendo qué puede uno esperar de la unión que el otro le propone.

 

  • ¿Cómo vamos a vivir la sexualidad, la paternidad responsable? ¿Queremos cada uno de nosotros tener hijos, o no? ¿Una familia numerosa o pequeña? ¿Qué pensamos sobre la educación de los hijos? No hace falta llegar a detalles del día a día, pero sí tener una idea clara de qué tipo de formación querríamos darles en casa y el tipo de colegio que elegiríamos para nuestros hijos.

 

  • ¿Qué lugar ocupa en la vida de cada uno y cómo vamos a vivir la espiritualidad? ¿Compartimos creencias religiosas? En caso negativo, ¿hay un respeto hacia las creencias del otro y a cómo vive esas creencias? ¿Hay un mínimo que podamos compartir? ¿Las creencias de uno de los dos constituyen una diferencia que supone tener criterios irreconciliables en aspectos fundamentales como el concepto del matrimonio, la apertura y educación de los hijos, la paternidad responsable, la sexualidad? Si no compartimos creencias: ¿qué vamos a transmitir a nuestros hijos, en qué ideas/principios/valores/prácticas religiosas les vamos a educar?

 

  • ¿Cómo planteamos en adelante las relaciones con las familias de origen y con los amigos y las actividades de ocio? Hay que saber en qué lugar están mis padres, hermanos, amigos… y cómo afecta a nuestra relación el puesto que ocupan en mi vida. ¿Estoy de acuerdo en que la vida matrimonial exige cambios en mis prioridades? ¿Qué pasará si hay que hacer renuncias debido a la evolución de la vida matrimonial? ¿Voy a encajar bien estos cambios o hay otras relaciones familiares, de amistad o actividades de ocio que quiero anteponer a mi relación matrimonial?

 

  • Igualmente hay que tener claro qué lugar ocupa en las prioridades de cada uno el trabajo: ¿es más importante que la familia? Hay que llegar a un equilibrio entre la vida familiar y la vida laboral; pero una vez que se cubren las necesidades familiares básicas, ¿el éxito profesional es para mí más importante que la familia? Y ¿qué consideramos necesidades básicas? ¿Cómo vamos a conciliar vida familiar y laboral?

 

  • También es necesario ponerse de acuerdo en relación con la gestión del dinero: ¿cuentas comunes o separadas? ¿Admitir o no una dependencia económica de las familias de origen? Si uno de los dos se dedica prioritariamente a la atención de la familia ¿cómo le afectará no tener ingresos propios?

 

  • En cuanto a si hay cuestiones no-negociables, concretarlas depende de cada persona: hay cosas que, aunque cuesten, se pueden ir encajando. Otras, que nos producen una ruptura interior, no se pueden aceptar. Por eso en todo esto conviene ser muy sincero y muy claro a lo largo del noviazgo: para que ninguno de los dos vaya al matrimonio engañado. Recordemos que el noviazgo es un tiempo para poder decidir, con libertad, continuar adelante y comprometerse en una relación definitiva (“sí, quiero”) o romper si no es posible un futuro juntos. Ruptura que es un éxito si es lo mejor para ambos (un buen noviazgo no tiene que acabar necesariamente en boda) y no es tirar por la borda el tiempo vivido juntos, si en esa etapa nos hemos ayudado mutuamente a crecer y madurar.

 

Está claro que la vida nos sorprenderá continuamente y no podemos pensar que nuestros planes se van a cumplir exactamente como los hemos pensado. Pero si entre los novios hay un acuerdo de fondo sobre estas cuestiones, será más fácil que no surjan dificultades graves en el matrimonio; porque serán capaces de amoldarse, unidos, a lo que la vida les vaya planteando.

 

 

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