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El Señor ama la justicia y el derecho

Se cumple un año de la reforma del proceso canónico de declaración de nulidad de matrimonio introducida por el Papa Francisco con el Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus.

Una correcta aplicación de las normas implica, necesariamente, un adecuado conocimiento de las mismas. Y en este año se ha puesto de manifiesto, nuevamente, el gran desconocimiento del derecho matrimonial y procesal canónico por parte no sólo de los medios de comunicación (incluso los teóricamente especializados) sino de las mismas Curias Diocesanas y los agentes de pastoral. Desconocimiento que sólo contribuye a aumentar la confusión de los fieles.

 

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Digo esto porque cada vez son más frecuentes los equívocos que se producen cuando los fieles se acercan a preguntar por algún aspecto del nuevo proceso de declaración de nulidad: una respuesta dada desde la buena voluntad pero sin un real conocimiento del proceso crea expectativas en las personas que no se corresponden con la realidad; y es causa de sufrimiento en quienes acuden a los tribunales y ven frustradas sus esperanzas de celeridad en la tramitación del proceso, ampliación de los motivos por los que un matrimonio puede ser declarado nulo….  También es fuente de equívocos la información aparentemente correcta, pero parcial: por ejemplo, es cierto que con la reforma del proceso desaparece la necesidad de la doble sentencia por lo que si el tribunal de primera instancia declara que consta la nulidad de un matrimonio, esa sentencia será firme y ejecutiva sin necesidad de ser confirmada por un tribunal superior; pero se obvia tener en cuenta que esto es así “salvo apelación de una de las partes o del Defensor del Vínculo”. Y sucede que, en caso de apelación, los fieles se sienten de alguna manera engañados porque no contaban con la posibilidad de tener que pasar por una segunda instancia.

La solución es, desde mi punto de vista, tener presente que el Derecho (también el procesal) es una herramienta pastoral. Y “En esta perspectiva, es importante que haya una toma de conciencia aún más incisiva sobre la responsabilidad en esta materia de aquellos que tienen cura de almas. El derecho canónico en general, y especialmente el matrimonial y procesal, requieren ciertamente una preparación particular, pero el conocimiento de los aspectos básicos y de los inmediatamente prácticos del derecho canónico, relativos a las propias funciones, constituye una exigencia formativa de relevancia primordial para todos los agentes pastorales, en especial para aquellos que actúan en la pastoral familiar.” (Benedicto XVI Discurso al Tribunal de la Rota Romana Sábado 22 de enero de 2011 http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/january/documents/hf_ben-xvi_spe_20110122_rota-romana.html)

Acoger, aconsejar y responder a las preguntas y dificultades de quienes se plantean iniciar un proceso de declaración de nulidad de matrimonio o ya están pasando por él es algo muy serio, que tiene consecuencias en la vida de las personas y puede ayudar a sanar heridas o añadir dolor sobre sufrimiento previo; por eso necesita un mínimo de conocimientos técnicos o, al menos, la prudencia de decir: me voy a enterar bien, vuelva usted cuando pueda darle las respuestas ciertas que usted merece.

En septiembre nos separamos

Llega el verano, para muchos la posibilidad de disfrutar de unas vacaciones. Y con el verano y las vacaciones llegan los artículos y estadísticas que recuerdan que septiembre es el mes en el que se producen más separaciones. Porque, al parecer, la convivencia durante las vacaciones pone de manifiesto el deterioro de las relaciones de pareja; el verano, entonces, ya no es el momento para disfrutar de estar juntos, en familia, sino un tiempo que nos pone ante la mediocridad de nuestras relaciones. Y, para vivir así, más vale separarse.

Este verano puedes optar por fijarte en los defectos de tu marido/tu mujer, en los fallos de tus hijos; buscar lo que te pone más nervioso, lo que se te hace difícil de soportar, lo que es motivo suficiente para plantarte y decir: ¡hasta aquí! Encontrar los defectos, los fallos, lo negativo es fácil; así que en septiembre puedes ser un número más en las estadísticas de separaciones y divorcios.

Pero este verano puedes hacer otra cosa: puedes elegir darte cuenta de que tu marido/tu mujer, tus hijos son personas, seres humanos; y, por tanto, limitados y frágiles. No se trata de idealizar a nadie, hay que ser realista, y están llenos de defectos. Pero el realismo “coloca esas debilidades y errores en su contexto. Recuerda que esos defectos son sólo una parte, no son la totalidad del ser del otro” (Amoris Laetitia 113). Y el otro, imperfecto, te quiere como puede dentro de su limitación: “que su amor sea imperfecto no significa que sea falso: es real, pero limitado” (AL 113).

Si eliges mirarlos así, acabarás dándote cuenta de cuántas cosas buenas hay en cada uno de ellos y descubrirás todo lo bueno que hay en medio de la imperfección. También puedes intentar caer en la cuenta de tus defectos, qué cosas te aguantan, te pasan por alto, te perdonan… porque te quieren así, como eres: imperfecto. Cuando te des cuenta, por favor, repite muchas veces las cosas buenas y diles que les quieres. Lleva la contraria a las estadísticas, disfruta de tu familia y redescubre a esas personas a las que un día elegiste y están a tu lado, sin contentarte con vivir una relación mediocre.

Si eliges vivir así el verano, estarás viviendo la esperanza y afirmando con tu vida que estás convencido de que tu mujer/tu marido, tus hijos, tú mismo, imperfectos, estáis llamados a la plenitud, en el Cielo.

El abogado en los procesos de declaración de nulidad de matrimonio

Un aspecto esencial en los procesos de declaración de nulidad de matrimonio es el trabajo del abogado; personalmente creo que no siempre se conoce ni valora suficientemente su labor, que es una ayuda valiosísima en el trabajo de los tribunales de la Iglesia.

El abogado tiene una función fundamental en la fase prejudicial: antes de la presentación de la demanda es necesario un estudio minucioso y detallado de la historia personal y matrimonial de la persona que consulta; y esto exige dedicar largas horas a escuchar a la persona para, posteriormente, estudiar si en lo relatado hay o no indicios de una posible nulidad del matrimonio. Por tanto, la capacidad de escucha debe combinarse con la pericia técnica (conocimientos específicos de derecho matrimonial y procesal canónico).

Una vez estudiados los hechos, llega otro momento importante y delicado en la labor del abogado: la coherencia y profesionalidad exigen exponer con sinceridad si se encuentran o no motivos suficientes para iniciar un proceso de declaración de nulidad. Si no se encuentran, habrá que explicar a la persona que, de su relato, lo que se deduce es que su matrimonio es válido; y será conveniente remitirle a la ayuda (no estrictamente jurídica) que pueda necesitar para asimilarlo.

Si el abogado encuentra indicios suficientes para iniciar un proceso de declaración de nulidad, tendrá que investigar si es posible probarlo, antes de presentar la demanda. Esto es crucial para el proceso y exige de nuevo una gran dedicación por parte del abogado para recabar esas pruebas. Como vemos hay que hacer un trabajo serio, con delicadeza y pericia técnica y una considerable dedicación de tiempo: todo ello sin haber empezado el proceso.

La redacción de la demanda es otro momento determinante: hay que relatar los hechos con respeto y siempre de forma no ofensiva para las partes; y alegar el capítulo de nulidad que corresponda a esos hechos. Una demanda incorrectamente redactada o en la que el capítulo de nulidad que se alegue no sea correcto tendrá repercusiones negativas en el resto del proceso, que posiblemente se complicará y alargará en el tiempo.

En la labor del abogado hay también un importante aspecto de acompañamiento de la persona que consulta, que llega en una situación de dificultad, generalmente con un notable grado de sufrimiento personal y con temor a enfrentarse a un proceso que no suele conocerse bien. Hay que disipar dudas, explicar cada paso procesal, frenar las impaciencias, no crear falsas expectativas… todo ello con una adecuada cualificación técnica.

Si el abogado hace bien su trabajo, todo el proceso se beneficia de esta labor; si no lo hace bien, también todo el proceso se verá afectado. Por eso es tan importante reconocer el trabajo que hacen y agradecer su colaboración con los tribunales en la búsqueda de la verdad.

Atracción, enamoramiento, amor comprometido

Esta mañana hablaba de atracción, enamoramiento, de relaciones afectivas con alumnas de Bachillerato. Y pensábamos en voz alta sobre estos aspectos:

El cuerpo es la persona en su visibilidad: es también lo más externo, lo primero que uno ve cuando te conoce (tus características físicas, si eres alto o bajo, guapo o no tanto, qué ropa vistes; los gestos que haces, cómo te comportas…) Todo esto dice cosas de ti. Pero es triste valorar a las personas por la fachada, quedarse en la superficie. Lo que atrae, lo que se ama, es la persona entera y hay que aprender a mirar más allá del aspecto físico.

Un poco más adentro de la persona encontramos lo que pensamos y lo que sentimos. Pero no siempre mostramos externamente nuestros pensamientos y sentimientos. Para compartirlos con alguien necesitamos confianza. Y, a veces, no queremos manifestar externamente lo que pensamos o sentimos; generalmente por sentirnos vulnerables si transparentamos nuestro interior ante alguien que no lo va a entender bien.

En el centro de la persona encontramos el corazón: todos tenemos deseos de ser felices y deseos de relación. El hombre, varón y mujer, es un ser para la relación: las relaciones, los encuentros con otras personas te ayudan a crecer, a adquirir conciencia de lo valioso que eres cuando otra persona aprecia en ti algo bueno. Ahora bien, hay relaciones y relaciones. Hay personas que no aprecian en ti lo que vales; eso no quita la verdad de tu valor, lo que indica es que la otra persona no ha sido capaz de ver en ti lo valioso que eres. Porque sólo desde el amor, quien te quiera, podrá apreciar todo lo bueno que hay en ti.

Y ya que hablamos de amor, podemos encontrar estos ingredientes en el recorrido del corazón:

  1. Atracción: lo que veo en otra persona me gusta, pero me fijo de momento en su aspecto externo. Por eso, la atracción es un primer ingrediente del amor pero no equivale al amor; y te puedes sentir atraído por varias personas al mismo tiempo.
  2. Enamoramiento: ya no me gusta una particularidad física, ahora me gusta toda la persona del otro. Es una dimensión involuntaria del amor: sin saber cómo ni por qué tu corazón y tu mente se encuentran invadidos por una persona que no ha pedido permiso para entrar. No puedes estar enamorado de varias personas a la vez (aunque podrás estarlo de distintas personas sucesivamente)
  3. ¿Es bueno enamorarse? Si te ayuda a estar mejor en casa, a ser más amigo de tus amigos y a centrarte en los estudios, sí. En cambio no es bueno si te aísla del resto de la realidad.
  4. Te quiero: es un paso más. Para pasar de estar enamorado a poder decir te quiero hace falta tiempo y conocerse, poder saber cómo es esa persona que se te coló en el corazón y la cabeza y valorar si hay posibilidad de un futuro juntos.
  5. Amor comprometido: más allá del te quiero está el amor comprometido, que es decir a la otra persona “contigo, en todo, para siempre”. Es distinto querer a una persona y elegir un amor comprometido; porque puedes querer mucho a alguien y no poder comprometerte a un amor definitivo. Por ejemplo, porque no estás preparado para asumir las consecuencias de ese amor (eres muy joven, estás estudiando, no estás preparada/o para acoger la nueva vida que pueda llegar como fruto de ese amor. O sí estás preparado pero aunque quieres mucho a la otra persona ves claro que sois totalmente distintos, que vuestra relación no os ayuda a ninguno de los dos y eliges, con razones fundadas, no seguir adelante)

Porque el amor no es seguir los impulsos de los sentimientos, el amor es maduro cuando lo que sentimos somos capaces de juzgarlo con la razón y de elegirlo con libertad, comprometiendo la voluntad. Los tres elementos son importantes: no es bueno dejarse llevar por los impulsos de los sentimientos, hay que valorar con la razón qué es esto que siento, si es bueno o no para mí y para ti y, una vez que pongo nombre a lo que siento y que la razón me dice sigue adelante (o no sigas), la voluntad ejecuta la decisión tomada.

Otro punto importante es que el ritmo del corazón es distinto al ritmo del cuerpo. Ya hemos dicho que el corazón necesita tiempo, conocerse y confianza para ir pasando por las distintas etapas del amor. El cuerpo, que expresa lo que llevamos en el interior, tiene un ritmo distinto, es mucho más rápido en sus reacciones. Y así resulta que cuando te sientes atraído hacia una persona, el cuerpo puede adelantar varias etapas y sugerirte un gesto que no se corresponde a la atracción sino al amor comprometido (dicho claramente: te gusta un chico/a y el cuerpo te dice –me apetece acostarme con él/ella). Y aquí tenemos una dificultad: que hoy, la norma de comportamiento es “si me apetece”. Pero la libertad no es hacer lo que me apetece, es escoger lo que es un bien verdadero. Y hay que ayudar al cuerpo a acompasar su ritmo al ritmo del corazón, aprender a expresar con los gestos adecuados la verdad que vives en tu corazón. Si estás en un momento en que sientes atracción hacia otra persona y tienes una relación sexual con ella, el gesto que haces con el cuerpo expresa un amor comprometido, definitivo, en todo y para siempre. Y si eso no se corresponde con la verdad del corazón, en la que sólo encontramos atracción (muy lejos del amor comprometido), el cuerpo y el corazón no van al unísono y nos encontramos divididos: decimos con el cuerpo cosas distintas de lo que realmente vivimos. Esto produce heridas en la persona a la que le expresamos físicamente algo que no es verdad. Y deja heridas en uno mismo, porque vivir dividido es muy difícil.

Por eso, recuerda que el amor maduro es el que es capaz de juzgar con la razón lo que siente y de elegirlo desde la libertad comprometiendo la voluntad. Y ordena los gestos del cuerpo para expresar la verdad de lo que vives en el corazón.

 

 

Matrimonio: realidad, no mero ideal

El discurso del Papa al Tribunal de la Rota Romana de este año 2016 ha pasado casi desapercibido (esas traducciones de la web de la Santa Sede, que tardan…) en un año en que se pone en marcha la reforma del proceso de nulidad y estamos esperando la Exhortación Apostólica en la que el Papa nos indique cómo poner en práctica las conclusiones del sínodo sobre la familia.

En su discurso a los jueces de la Rota Romana el Papa afirma que “la Iglesia puede mostrar el amor misericordioso de Dios hacia las familias, especialmente las heridas por el pecado y las dificultades de la vida, y al mismo tiempo proclamar la irrenunciable verdad del matrimonio según el designio de Dios”. De nuevo el Papa recuerda la unión inseparable entre misericordia y verdad, verdad y misericordia, sin quedarnos sólo en uno de los dos aspectos.

Tal vez por eso, porque a veces nos quedamos con uno de los dos y obviamos el otro, el Papa afirma claramente que “La Iglesia con renovado sentido de responsabilidad, sigue proponiendo el matrimonio, en sus elementos esenciales (prole, bien de los cónyuges, unidad, indisolubilidad, sacramentalidad), no como un ideal para pocos, a pesar de los modernos modelos centrados en lo efímero y pasajero, sino como una realidad que, en la gracia de Cristo, puede ser vivida por todos los fieles bautizados” Son palabras que interpelan: ¿de verdad creemos que lo que es difícil para nosotros es posible con la gracia de Dios? ¿Enseñamos esto en nuestras catequesis, y con nuestra vida? Tengo mis dudas; en todo caso, el Papa recuerda también que es una urgencia pastoral mejorar la preparación al matrimonio, con un nuevo catecumenado.

Porque hemos estado durante años pensando que nuestros jóvenes sabían lo que es el matrimonio, sin ver (¿o sin querer ver?) que los jóvenes van al matrimonio habiendo asimilado lo que las leyes civiles dicen que es el matrimonio, que no coincide con la verdad del matrimonio natural ni del matrimonio canónico. Por eso, la falta de fe puede tener repercusiones en la validez o nulidad de un matrimonio: no tanto porque los contrayentes sean más o menos creyentes, sino porque la falta de formación en la fe puede llevarles a no conocer qué es el matrimonio y a contraer un “matrimonio a medida”; en el que por ejemplo no se admita que la unión sea para siempre porque se asume como cierto lo que la mentalidad general y las leyes afirman:  que “un matrimonio es una unión que se puede romper a voluntad de una de las partes”

Y aquí se nos plantea otra cuestión: ¿la formación en la fe que damos garantiza que nuestros jóvenes sepan qué es de verdad el matrimonio, con sus propiedades y elementos esenciales, para poder casarse válidamente conociendo y aceptando esas propiedades y fines?  ¿Y confiando en que lo que es difícil con las solas fuerzas de los contrayentes, es posible con la gracia de Dios?

La respuesta la encuentro en las palabras del Papa: hace falta un nuevo itinerario catequético de preparación al matrimonio.

Cuanto antes, mejor.

Reforma del proceso de nulidad: una dimensión pastoral

El pasado 8 de diciembre de 2015 entró en vigor la reforma del proceso de declaración de nulidad de matrimonio establecida por el Papa Francisco en el Motu Proprio Mitis Iudex Dominus Iesus

En conformidad con la nueva regulación los tribunales ya han introducido cambios: tal vez el más llamativo es la revisión (a la baja) o eliminación total de las tasas, que ha producido ya un aumento de las personas que acuden al tribunal solicitando información para iniciar un proceso; inicio que es ahora más sencillo dado que se puede acudir al tribunal más cercano al domicilio del demandante. Además, las sentencias afirmativas de la nulidad dictadas por un tribunal de primera instancia ya no se envían automáticamente al tribunal superior, sino que son firmes y ejecutivas si no hay apelación de las partes o el defensor del vínculo.

Todo esto está muy bien: se logra en parte el objetivo de facilitar a los fieles el acceso a los tribunales de la Iglesia, acelerar la tramitación de los procesos (aunque tal vez se produzca un colapso, consecuencia de un aumento significativo del trabajo si debe ser realizado con los mismos medios y número de jueces) y que los fieles puedan tener respuesta sobre su situación personal en el menor tiempo posible, respetando siempre la verdad sobre el matrimonio.

Pero en la reforma del Papa Francisco hay otra dimensión que tal vez está pasando desapercibida: el Papa establece unas reglas para la correcta aplicación de la ley. En ellas se refuerza la conciencia de la dimensión pastoral del proceso y del trabajo de los tribunales y se recuerda expresamente el deber del Obispo (can. 383§1) de “acompañar con ánimo apostólico a los cónyuges separados o divorciados, que por su condición de vida hayan eventualmente abandonado la práctica religiosa. Por lo tanto, comparte con los párrocos (cf. can. 529§1) la solicitud pastoral hacia estos fieles en dificultad” (art. 1)

Estas normas disponen la posibilidad de que las diócesis establezcan una “estructura estable” a través de la cual se preste a los fieles el servicio de acompañamiento e investigación de su situación, por si fuera posible iniciar un proceso de declaración de nulidad. Servicio de consulta e investigación que será confiado por el Obispo “a personas consideradas idóneas, dotadas de competencias no sólo exclusivamente jurídico-canónicas” (art. 3)

Lo que quiero resaltar es que sin la aplicación de esta dimensión pastoral de la reforma, los cambios serán insuficientes: el Papa está exigiendo (no olvidemos que son normas jurídicas) que en las diócesis exista un servicio integrado en la pastoral familiar, formado por personas con preparación no sólo (pero también) canónica al servicio de las personas que se han alejado de la práctica religiosa como consecuencia de su situación matrimonial. En mi opinión, este acompañamiento (acogida, cercanía, escucha, búsqueda de soluciones y sanación de las heridas y, en su caso, preparación para acudir a un tribunal) podría hacerse desde los centros de orientación familiar. Pero hace falta un empeño, una voluntad clara, de promover los centros de orientación familiar, formar personas competentes, dar a conocer toda la ayuda que la orientación familiar presta y mejorar la formación de los sacerdotes para que conozcan todo esto y lo expliquen a los fieles. Es una tarea pendiente, pero el Papa lo pide: no se puede cumplir la ley a medias, hay que ponerla en práctica en su integridad.

 

“Te vas a caer”

«Si a tu hijo le dices antes de una carrera: `te vas a caer, tú no vales para esto´, ese niño se va a caer. Pero ¿y si le dices: corre, tú puedes; y, si te caes, aquí estoy para levantarte? » El anuncio de un empresa de seguros me hace pensar cuántas veces pronosticamos fracasos en lugar de apoyar el esfuerzo.

Apliquemos esto al matrimonio: si decimos a los jóvenes «el matrimonio y la familia son un imposible, se rompen»; posiblemente se van a romper. Pero ¿y si les decimos: adelante, merece la pena? ¡Tú puedes; y además, si te caes, aquí estoy para levantarte!

Hay que volver a dar protagonismo a todo lo bueno de la vida matrimonial y familiar y apoyar a quienes quieren elegirlo; empezando por pensar si sabemos proponerlo como una opción de vida que merece la pena y que es posible, o si nos quedamos en la queja y nos limitamos a enumerar todas las dificultades que pueden aparecer a lo largo de la vida.

Pero proponer no es suficiente: también tiene que ser real el compromiso de estar ahí si las cosas salen mal y de prestar una ayuda eficaz. Y para eso hacen falta medidas concretas de apoyo; entre ellas, orientación y mediación familiar, herramientas con un gran potencial que está por desarrollar.

Familia: ¡Tú puedes; y, si te caes, aquí estoy para levantarte!

 

 

¿se pueden llevar bien el derecho y el matrimonio?

¿Qué tienen que ver el derecho y el matrimonio? ¿Se pueden llevar bien? Creo que, en un momento de gran confusión, es importante que alguien recuerde la verdad de las cosas. Y uno de los principales servicios del Derecho es recoger en la legislación la verdad sobre el matrimonio: no es la ley la que crea el matrimonio, es al contrario; el derecho debe reconocer la existencia del matrimonio por su importancia y beneficios para el conjunto de la sociedad y, en consecuencia, respetarlo y protegerlo.

Es verdad que el derecho no garantiza vivir un matrimonio en plenitud: pero recuerda lo que distingue el matrimonio de otras relaciones y  señala el camino para vivirlo, aunque después tendrá que ser llevado a plenitud por el espíritu (el Amor).

No hay que ver la relación entre el derecho y el matrimonio con desconfianza: no es verdad que la ley mata el amor. La ley debe reconocer, defender, proteger y promover lo que es consecuencia del amor.

Actualmente, creo que sólo en el derecho canónico se cumple esto: en las legislaciones civiles el matrimonio ha ido perdiendo contenido, pero el derecho de la Iglesia sigue recordando que las propiedades y elementos esenciales del matrimonio no son cargas, son dones; porque para la Iglesia, sin ninguna duda, el matrimonio es un bien inmenso

 

 

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