Mes: marzo 2020

Que todo sea verdad

Empezó la Cuaresma 2020. Ya tiempo antes resonaba en mi cabeza esa canciónPor eso Yo la voy a seducir, la llevaré al desierto y allí hablaré a su corazón y ella me responderá como en los días de su juventud”. Y es que hay épocas en que nos hace falta una purificación; porque se nos van pegando al corazón muchas cosas, no necesariamente malas, que nos distraen de lo que verdaderamente es importante.

Y llegó lo inesperado –alguien en casa iba a tener que pasar varias veces por quirófano- y los cambios de planes. Y el cambio de ritmo y dejar en segundo plano las actividades previstas te ayuda a apoyarte en Quien de verdad sabe lo que necesitas. “Esta pobreza de no controlar los tiempos y momentos es dolorosa, pero es la llamada a una esperanza más pura, sin apoyo humano. Engendra poco a poco la paciencia, la humildad, la mansedumbre. Madura el deseo que un día será satisfecho más allá de lo que esperábamos” (“La felicidad donde no se espera”, Jacques Philippe, Rialp).

Y con la preocupación y el sufrimiento llega el amor de muchos, que nunca han dejado de estar ahí pero con los que el contacto se va espaciando ahogado por las prisas del día a día, y que ahora no se cansan de hacerte llegar su cariño, su oración, su compañía, su sentido del humor.

Pero el proceso de cambiar un corazón de piedra en corazón de carne es largo. Y llegó el COVID19 a añadir preocupación sobre la ya existente. Y las dudas y el temor de que afectara a nuestros enfermos, a nuestros mayores, a los pequeños. También el deseo de creernos que “sólo es como una gripe”, rápidamente imposible de aceptar al saber que hay que acudir solos a las consultas médicas previstas, sin la compañía y el cuidado de las familias y amigos. Y el ingreso de mi padre (80), las horas eternas esperando noticias deseando que el nivel de saturación suba, el desgarro de no poder estar todos juntos, el miedo a perderle sin poderle abrazar.

Y con todo esto, la fe de mis padres, proclamada sin media duda: “Él sabe más y lo que Él quiera es lo mejor”; y el consuelo del amor recibido a chorros, a pesar de la falta de contacto físico que tanto necesitamos.

Saldremos de esto distintos; el sufrimiento también es bueno, porque puede sacar de nosotros lo mejor.  Y esto es lo que gano yo en esta guerra, resumido en la canción que me envió un amigo sacerdote: Que todo sea verdad. Y es que ahora sí, definitivamente, lo que quiero es

Que todo sea verdad

Que las palabras sean de amor

Que escandalice mi postura y mi sonrisa ante el dolor

Que desborde la locura sin medida de tu Amor

Que nos llenemos de Tus promesas

Que las bailemos de sol a sol

Que disfrutemos del camino con un mismo corazón

 

Curso para novios en un mundo necesitado de esperanza

“El matrimonio, una decisión original en un mundo necesitado de esperanza” es el título de la última sesión que me han pedido en un curso de preparación al matrimonio.

¿A qué viene este título? Tiene sentido porque elegir –hoy- el matrimonio es bastante original. Y al elegirlo, afirmar que el amor para siempre es posible es un foco de esperanza en un mundo que no cree que el amor pueda ser definitivo.

Esa incredulidad hace sufrir mucho porque cuando uno de verdad está enamorado desea desde lo más profundo de sí mismo que ese amor sea para siempre (“Si fueras para toda la vida, yo sería la persona más feliz” era el grito de la enamorada cantante de El sueño de Morfeo) y todo le responde que es imposible. El matrimonio “por la Iglesia” es la afirmación de que ese deseo profundo, cuando surge de un amor verdadero, tiene sentido, es real y es posible. Que no hay que tener miedo a elegir un amor así, porque las personas estamos hechas para relaciones definitivas. Y que, aunque haya crisis –inevitables en las relaciones que duran en el tiempo- los elementos que forman el amor comprometido son herramientas para superarlas: un amor que además de los afectos incorpora la razón y desde la libertad elige con la voluntad vivir juntos todos los días de la vida. Como vengan, les haremos frente juntos: lo bueno será aún mejor y lo malo lo superaremos juntos. No es fácil, pero es posible. Y si además se pone ese compromiso de amor en manos del Amor mismo, Él se hace presente fortaleciendo la unión de los amantes para que sea, progresivamente, imagen (sacramento) de su Amor: fiel, fecundo, para siempre.

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